Luego de la derrota de Perú ante
la selección de Uruguay, me queda un sabor amargo, no porque no considere que
los peruanos no tuvieron la actitud adecuada en la cancha, sino porque todavía
no entienden que para jugar al fútbol hay que ser inteligentes. Con esto no me
refiero a que los jugadores tienen que ser brillantes en matemáticas, o que hay
que traer más abogados o ingenieros a la selección; me refiero a que un
futbolista tiene que estar en capacidad de entender y leer un partido.
Un buen futbolista tiene que tener
inteligencia emocional para no volverse loco cuando comete, o le cometen una
falta. Tiene que saber en qué lugares de la cancha no puede cometer errores y
tiene que tener claro el peso y el estilo de juego de cada uno de los
integrantes del equipo rival. Tiene que dar el pase en el momento adecuado y tiene
que saber cuándo jugar hacia atrás. Tiene que ser consciente de sus
limitaciones y “ratonear” cuando sea necesario. Tiene que aprovechar sus
individualidades y encarar con las mismas. Tiene que saber que en la selección
no nos sobra… nos falta, por lo tanto, no puedes dejar que te saquen una
tarjeta roja, cuando eres el único jugador que cubre bien su puesto.
El fútbol es más que un deporte, es el reflejo
de la sociedad, es por esto que al decir que falta inteligencia individual y
colectiva, me refiero a que falta educación, la misma que falta en todo el país.
Es un deporte que no requiere solo de entrenamiento físico, sino también
psicológico y emocional. Para formar a un jugador tienes que hacerlo en forma
integral; se tienen que cubrir todos los aspectos que requiere un deportista
para triunfar en su rubro.
El peruano ganó actitud e
identidad desde que entró Markarian, pero ese es sólo uno de los componentes,
quedan otros dos que tenemos que seguir fortaleciendo. El orden táctico y la
lectura de los partidos, como ya mencioné antes, son vitales para afrontar encuentros
ante equipos que, de por sí, están acostumbrados a ir a los mundiales. A los
peruanos les falta esa sensibilidad con el balón, y también es cierto que,
aunque físicamente muchos están mejorando, esto se lo deben al buen nivel de
sus clubes en Europa.
Es fácil terminar un partido y
echarle toda la culpa al árbitro, a los peruanos nos encanta tapar los errores
de nuestra selección, vivimos el fútbol desde una perspectiva amorosa, como
cuando en una relación, a pesar de saber que la otra persona está haciéndolo todo
mal, tratamos de tapar las cosas porque nos gusta seguir sufriendo. Somos
bastante masoquistas en ese sentido, nos damos por vencidos antes de que
inicien los partidos, tenemos barras de “sí se puede”, cuando eso debería estar implícito. Parece que inconscientemente y aunque nos duela, sabemos de las
limitaciones que tenemos, y que por las mismas no vamos a ir al mundial, por lo
menos no hasta que las cosas cambien.
En un país donde el fútbol está manejado por personas que no aman este deporte, no se le
puede pedir más a sus jugadores. Para llegar a ser los mejores tenemos que
empezar desde abajo, no solo para clasificar a un mundial, sino para dar
batalla en el mismo. Hay que invertir en educar a los futbolistas, en darles
todo lo necesario para que sean los mejores, no los cuartos, ni los segundos,
tenemos que ser siempre los primeros, y hay que trabajar mucho para eso. El
amor llega cuando tiene que llegar, y los mundiales también.