Todo parece indicar que hoy se
despide de la selección un grande. Se va el jugador peruano más exitoso de los
últimos tiempos, Claudio Pizarro. Querido por muchos y criticado por algunos,
que definitivamente se encuentran muy lejos de entender lo que es jugar al
fútbol. Es muy fácil crucificar a un jugador cuando falla un penal, o cuando no
mete goles. Lo difícil es darse cuenta del peso que tiene Claudio en la
selección, de seguirlo jugada a jugada y entender que sin él, Perú no sería
Perú.
Hoy se retira de la selección “el
diferente”, y le toca irse de una manera poco honrosa para cualquier jugador de
su nivel. Se va jugando en un estadio sin público. Todo por culpa de un par de
hinchas que entienden que para hacer respetar la casa hay que ser más vivo que
el rival y actuar de forma violenta, impartiendo justicia por sus propias manos.
En un país donde estos sujetos son vistos como héroes, las consecuencias las
pagan figuras como Pizarro, que van a tener que terminar su ciclo en la
selección, sin la presencia de esa hinchada que es consciente de su grandeza.
En un partido donde ya no hay
nada en juego, están todos los años de experiencia y los sueños de un jugador
que puso todo para que su selección vaya al Mundial. El bombardero, ese que
desde que lo llamaron para formar el once titular, no se amilanó ante ningún
rival y siempre creyó en su capacidad y en la de sus compañeros para
clasificarnos a una Copa del Mundo. El que siempre estuvo ahí para apoyar al
equipo, para putearlos cuando hacían las cosas mal y para felicitarlos cuando
lo dejaban todo en la cancha.
Claudio siempre estuvo abierto a
escuchar las críticas, nunca bajó los brazos en ningún partido. Cuando tuvo a
todo un estadio repudiándolo por fallarse un gol, mantuvo la calma y la
serenidad que muy pocos jugadores logran. Ama el fútbol y sabe que este deporte
implica disciplina. Siempre fue el primero en llegar a los entrenamientos y el
último en irse. Entendió que para ser bueno hay que dejar de lado muchas cosas
y sacrificar muchas otras.
Hoy no se va de la selección un
futbolista cualquiera. Se va el capitán, líder del equipo. El que corrió todo. El que
siempre salió jugando. El que jaló marca ante todos los rivales. El que nos
inyectó las ganas de seguir creyendo en la selección. El que ganó todo con su
equipo. El que juega con la cabeza y se anticipa a las jugadas. El único que
entendió que hace falta ser inteligente para jugar al fútbol. El ídolo de
muchas personas alrededor del mundo. El que es exitoso dentro y fuera de la
cancha. El más grande, Claudio Pizarro.
Fuente: Diario La República |
Johana Cubillas